Tema: Dones Espirituales
1 Corintios 12:4-11
Hoy, como la semana antepasada, continuaremos hablando del Espíritu Santo. En la primera predicación vimos cómo el profeta Isaías describía al ES, que moraría en Jesús de la misma forma que mora en nosotros. Después vimos cómo el libro de Juan, capítulo 16, nos consuela con la verdad de lo que es el ES para nosotros en el día de hoy. El domingo pasado aclaramos enseñanzas erróneas en cuanto al ES y aprovechamos para corregir tales errores con la enseñanza correcta. Hoy nos concentraremos en los dones espirituales.
Vamos a empezar con un bochinche. Muchos en la iglesia hoy día, desafortunadamente, piensan que algunos de estos dones del Espíritu no están vigentes en la actualidad. A este grupo se le conoce como los cesacionistas (de la palabra “cesar”). Yo pertenezco al grupo de los continuacionistas (de “continuación”), porque es el que la Biblia respalda. Pero en algunas ocasiones me gusta brincar la verja, y después les explicaré por qué.
En 1 Corintios 12:8-10 encontramos la lista de los dones. Para entenderlos mejor, los clasificaremos en tres categorías:
El diccionario de la Real Academia Española define la sabiduría como el nivel más elevado del conocimiento. Quien posee sabiduría dispone de saber y de un entendimiento profundo sobre algún tema.
A través de este don, Jesús pudo decirle a Pedro: “Antes que cante el gallo tres veces, tú me negarás”. Este don se manifiesta también a través de la profecía.
Este don, “Palabra de Ciencia”, es una revelación de sucesos pasados o presentes, fuera de nuestro conocimiento natural. Se manifiesta para revelar acontecimientos del pasado en el tiempo presente.
Un claro ejemplo lo encontramos en Juan 4:16-18, cuando el Señor le dice a la samaritana que ha tenido cinco maridos y que el hombre con quien vivía no era su esposo.
El don de discernimiento de espíritus nos da comprensión sobrenatural en el dominio de los espíritus, revelando cuál es el origen del espíritu que opera en una persona. Este don opera de manera sobrenatural y revela cosas del mundo espiritual real que nos rodea.
El apóstol Pablo usó este don para discernir el origen y la naturaleza del espíritu que operaba en Elimas. Hechos 13:9-10 dice:
“Entonces Saulo, llamado también Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando la mirada en él, dijo: ‘Tú, hijo del diablo, que estás lleno de todo engaño y fraude, enemigo de toda justicia, ¿no cesarás de torcer los caminos rectos del Señor?'”.
Clases de fe:
El don de fe es dado por Dios, como los otros dones. Es una fe en lo que parece imposible. Por medio de este don, veremos a Dios obrando poderosamente en cosas que sobrepasan lo natural. Un ejemplo se encuentra en Hechos 6:8, cuando se habla de Esteban.
Este don del Espíritu Santo tiene el propósito claro y específico de traer sanidad corporal, y lo vemos repetidamente a través de los cuatro evangelios y el libro de los Hechos.
Un milagro rompe con las leyes establecidas por la naturaleza. Podemos ver a Jesús calmar la tempestad y caminar sobre el agua. También podemos ver cómo transformó el agua en vino.
No tiene nada que ver con los profetas del Antiguo Testamento. No es lo mismo que el ministerio de la profecía. La predicación es inspirada por el Espíritu Santo, mientras que la profecía es sobrenatural. Profetizar significa, básicamente, hablar por otro, dar un mensaje.
Definición del don: Es una declaración sobrenatural por medio del Espíritu Santo, en idiomas nunca aprendidos por el que habla ni entendidos generalmente por su mente.
El mejor ejemplo se encuentra en Hechos 2:4-12, cuando una gran multitud de diferentes lugares habló en los idiomas de las otras personas presentes.
En la manifestación del don, opera la voluntad del hombre, su espíritu y sus órganos de expresión, pero la mente que opera es la de Dios.
Siete de los nueve dones se ven en el Antiguo Testamento, mientras que dos corresponden sólo a la dispensación de la gracia: diversos géneros de lenguas e interpretación de lenguas.
Estos dos dones están estrechamente relacionados. 1 Corintios 14:27-28 dice:
“Si alguien habla en lenguas, que hablen dos, o a lo más tres, y por turno, y que uno interprete. Pero si no hay intérprete, que guarde silencio en la iglesia y hable para sí y para Dios”.
El estudio de los dones del Espíritu Santo y su obra debe ser para nosotros una cuestión seria y de genuino interés. 1 Corintios 2:12 dice:
“Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido”.